Cuando la vida se agrieta, estás más cerca de tu verdad de lo que crees

Hay un momento que llega sin ruido. Una mañana cualquiera te despiertas y notas que la vida queconstruiste ya no encaja, no «cierra», decimos aveces. Cumples tus obligaciones, sonríes, sigues funcionando, pero por dentro  todo está molestamente quieto. No es depresión, ni aburrimiento. Un uno mismo pidiendo aire. La mayoría lo llama cansancio etc,  Jung lo llamó individuación: el proceso de volverte quien realmente eres.

(Ver descripcion en el link)
Y no empieza con claridad, sino con confusión. No sabes qué hacer, solo sabes que algo en tu historia dejó de tener sentido.
Primero resistes. Te dices “solo necesito descansar”, “voy a cambiar de rutina”, “me pasa a todos”. Pero la incomodidad no se va. Es la vida avisando: esa máscara ya no te protege, te aprieta.
Así empieza la transformación: no con certezas, sino con un leve temblor interior.

La curva que explica el cambio

Todo cambio profundo atraviesa la misma secuencia.
Algo irrumpe en tu equilibrio: una pérdida, una ruptura, una sensación de vacío.
Intentas negarlo, y aparece el caos. Todo se desordena: el sueño, el ánimo, las ganas.
Parece fracaso, pero si no huyes, llega una idea nueva, una comprensión distinta.
Y poco a poco, tu vida se reorganiza alrededor de esa verdad.
Virginia Satir lo explicó con su modelo del cambio; Jung lo vio como un movimiento del alma: el ego encontrando su sombra, integrando sus opuestos, hasta orientarse por el Sí-Mismo y no por la aprobación ajena.

Qué hacer cuando todo se mueve

No hace falta “reinventarte”. Hace falta escucharte.

– Descansa y simplifica. Dormir bien, moverte, comer simple. El cuerpo es el ancla del alma.

– Escribe. Anota tus sueños, emociones y coincidencias. No las analices: obsérvalas.- Nombra lo que ya no encaja. Un papel, un hábito, una forma de agradar que te vacía.

– Da un paso nuevo. Pequeño, pero verdadero: di la verdad a alguien, pon un límite, crea algo tuyo.

Cuando aparece el miedo, vas por buen camino.

El miedo no es un “no”; es la señal de que encontraste la puerta correcta.
Atravesarla no requiere valentía perfecta, solo pasos firmes, aunque tiemble la voz.
No es egoísmo, es madurez
La individuación no es volverte egoísta. Es dejar de actuar para gustar.
Una persona auténtica no necesita fingir bondad: la encarna.
Y cuando alguien vive desde su centro, su presencia sana lo que lo rodea.
Por eso este trabajo interior no es un lujo: es una forma de servicio.
La frase que inicia todo

Si algo de esto te resonó, no lo conviertas en otra meta imposible.
Escribe solo una línea:

“Elijo cruzar.”

No tienes que saber a dónde lleva el camino. Solo dejar de fingir que la vieja vida aún te queda bien. Cuando la vida se agrieta, no la pegues enseguida.
Déjala abrirse. Por esas grietas entra la luz.

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