El efecto del agobio informativo sobre la salud mental
Uno de los temas que se abordan en este día internmacinalde la Salud Mnetal es la influencia del agobio informativo
Aun antes de levantarnos ya el celular vibra y/o suena, por alertas notificando algo. En algunos casos se trata de noticas a veces con carácter de urgente y/o con algún componente negativo. Un cambio económico, la declaración de un político, un cambio en el costo de algún producto o servicio básico etc. A una escala más amplia noticias de una guerra lejana pero inquietante, una denuncia política, una catástrofe humanitaria etc. Más allá del contenido y su connotaciones el flujo de noticias es continuo, sin descanso: 24/7. Lo que antes era una lectura rápida de los titulares en el periódico en papel, se transforma, casi sin darnos cuenta, en una rutina de angustia, una sobrecarga emocional que se instala. Quizás la sola denominación del medio, puede ilustrar la temporalidad acelerada: el periódico fue luego diario, pero hoy quizás la palabra seria continuo sin límites ni solución de continuidad. Esa experiencia de no poder estar desconectado que vemos en otras áreas, como son las relativas a redes sociales, que hacen a la infodemia, o el FOMO el miedo a perderse algo, generan por supuesto diversas consecuencias en la salud mental como la de sentirse abrumado, en estado de alerta permanente y mayoritariamente pesimista respecto a la propia vida.
El Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra este 10 de octubre este año trata de la salud mental en las catástrofes humanitarias. En relación a este tema la organización “Fundación de Salud Mental” del Reino Unido, (Mental Health Foundation-MHF / ) proponen ocuparse de un aspecto relacionado si bien menos evidente pero creciente y es el agobio emocional que generan sobre el resto de la humanidad no expuesta de manera directa, las noticias constantes sobre estas catástrofes, y en relación a esto, el tema del impacto de la sobreexposición informativa sobre la salud mental. A través de su artículo titulado “Cuando los eventos globales y las malas noticias constantes se vuelven demasiado”, (“Overwhelm: when global events and relentless bad news become too much”), proponen una reflexión profunda sobre cómo ese estado de alerta constante a la información nos afecta, incluso sin tocarnos de manera directa. Esta misiva busca llamar la atención sobre una de las formas de trauma secundario o vicario más frecuentes, sin embargo menos tenidas en cuenta y es la disrupción psíquica que origina el incremento en contenido pero también en frecuencia y cantidad, de noticias sobre situaciones traumáticas. La fundación publica testimonios de personas que declaran a respeto por ejemplo: “Si veo noticias todos los días, me siento peor. Me genera ansiedad, impotencia, culpa. Me afecta físicamente”.
El problema empieza por la exposición constante. A diferencia de otras épocas, hoy recibimos las noticias en tiempo real, en múltiples formatos y desde múltiples fuentes. No hay distancia entre lo que ocurre y lo que sentimos. El cerebro, al procesar imágenes vívidas o videos traumáticos, reacciona como si estuviéramos allí. Esa incapacidad en alguna medida de distinguir entre procesos o peligros incluso reales de aquellos recibidos por la información, se sostiene en al concepto básico y es que nuestro mundo es un mundo de representaciones por parte del cerebro de la realidad, nos manejamos por lo que recibimos por los sentidos, la sensopercepción, y por el proceso que luego realice nuestro psiquismo. Es por ello que un suceso, aun sin vivirlo de manera directa puede ser traumático. Ahora ¿qué pasa cuando no se trata de un solo evento sino que son múltiples y constantes? En este contexto las fronteras entre lo local y lo global, lo cercano y lo lejano, se diluyen. Esa misma distancia se traslada al impacto emocional. Como muchas de esas crisis no tienen un final claro o visible, quedamos atrapados en un presente continuo, sin cierre y sin pausa. Esa falta de pausa, esa continuidad es lo que establece estar constantemente en un modo de alerta y eso explica también la necesidad de una nueva información que genere certeza pero en realidad produce lo contrario y la búsqueda de más y más información sobre un mismo tema.
Esa exposición sin descanso no es inocua. Diversos estudios confirman que el bombardeo constante de noticias negativas produce agotamiento emocional, ansiedad, insomnio, sensación de impotencia y malestar persistente. Investigaciones realizadas por la American Psychological Association hablan de una “sobrecarga de saturación mediática”, (Media overload is hurting our mental health.) que activa los mecanismos del estrés crónico, genera hipervigilancia y termina agotando recursos mentales. El cuerpo humano puede tolerar el estrés puntual. Lo que no puede es funcionar normalmente bajo una dosis diaria y prolongada de miedo, preocupación y alarma. L trauma no necesita ser de alta intensidad para afectar, el micro trauma continuo, puede ser peor a largo plazo.
La Clínica Mayo, por su parte, advierte el efecto sobre de la exposición repetida a contenidos traumáticos ocasionado problemas corporales como trastornos del sueño, tensión muscular, fatiga crónica, trastornos digestivos y un estado de alerta constante que se vuelve patológico. (Constant coverage can overwhelm the body-Mayo Clinic ). Algunas investigaciones incluso muestran que mirar noticias con regularidad en horarios cercanos al descanso aumenta en un 59 % el riesgo de insomnio. A nivel cognitivo, una sobrecarga de estímulos negativos reduce nuestra capacidad de atención, dificulta la toma de decisiones y nos deja con una sensación de “mente saturada”, un fenómeno que algunos llaman “popcorn brain”: la mente salta de un foco a otro, pero sin profundidad, ni control emocional.
Como en toda situación no todas las personas reaccionan igual. Hay quienes son más vulnerables. Quienes ya tienen antecedentes de ansiedad, depresión o traumas previos pueden ver agravados sus síntomas. Lo mismo ocurre con profesiones y tareas más propensas al Burn Out, o los niños y jóvenes, cuyos cerebros aún están en desarrollo y tienen menos herramientas para regular la emoción. También influye la empatía que estará en relación a la carga emocional acumulada. En quienes por razones laborales , como son profesionales de medios, finanzas etc, están conectados todo el día o alertas a las noticias o con múltiples dispositivos y notificaciones encendidas, todos estos están más expuestos y menor margen de protección.
Uno podría preguntarse si no es exagerado o artificial que hechos a miles de kilómetros nos afecten, pero conocer la realidad actual de nuestra sociedad globalizada en que la información es inmediata y disponible es central. Por otro lado las crisis o los conflictos están interrelacionados. Al mismo tiempo las redes sociales han creado una ilusión de comunidad, aldea global, donde cada tragedia nos toca personalmente.
Sin embargo se puede hacer algo, ya que no se trata de ignorar la realidad, o de esconderse en una burbuja. Se trata de recuperar el control sobre cómo, cuándo y cuánto nos exponemos. Una de las estrategias más útiles es delimitar horarios. No ver noticias a la noche, ni apenas al despertarse. Silenciar notificaciones. Usar herramientas digitales que bloquean el acceso a ciertas apps en momentos definidos. También es importante elegir bien las fuentes: menos cantidad, más calidad y especialmente confiabilidad. Optar por boletines curados, medios serios, periodistas que trabajan con enfoque constructivo o narrativas de soluciones, apartándose del morbo, aun cuando no sea explicito peor este presente. Otra herramientas útil y que podemos aplicar de manera inmediata es tomar alguna noticia que estemos siguiendo muy de cerca y hacer un breve chequeo sobre cómo impacta en nuestra emociones ¿cómo me siento después de informarme sobre esto?. ¿Estoy más irritable, enojado? ¿Me cuesta dormir? ¿Siento angustia sin motivo aparente? Todo eso puede ser consecuencia de un consumo excesivo de noticias negativas. En esos casos, es imperativo desconectar para recuperar la distancia. Recuperar el cuerpo también ayuda. Salir a caminar, hacer ejercicio, pasar tiempo con otras personas. Volver al contacto físico, a la conversación, al arte, al humor, a lo real no solo a la información. También sirve transformar esa emoción en una acción positiva, generadora: involucrarse en proyectos, ayudar a una causa, escribir, hablar, dar testimonio para otros que quizás les pase lo mismo. En ejemplo a esto justamente la MHF genera y promueve encuentros “Tea & Talk”, donde proponen cortar con la rutina de angustia y volver al encuentro, al intercambio humano como forma de salud mental.
Y más allá de lo individual, hay un frente colectivo: exigir que las plataformas digitales dejen de amplificar el contenido tóxico, promover la alfabetización digital, fomentar al periodismo responsable y exigir políticas públicas que protejan la salud mental frente al caos informativo. La información es necesaria y es poder, pero la sobreinformación es daño. Aprender a frenar, a seleccionar, a hacer pausas en medio del caos informativo, nos permite estar mejor informados. Y este 10 de octubre, quizás podamos empezar por ahí: hablar, poner en palabras, reconocer que estar abrumado no es una enfermedad, sino una señal del mundo que habitamos, y sobre lo quwe podeos hacer mucho
Tips (CTA)
Apagar las notificaciones , tanto de redes sociales, como de alertas de noticias
Usar un reloj como despertador no el celular, par poder apagar el celular
No dormirse usando la lectura de noticias.
Colocar un tiempo límite a cuánto tiempo haré Doomscrollig, cierta red social, videos, de algún canal etc.
Controlar las notificaciones de perfiles en Redes sociales, en particular aquellos que vemos que nos generan malestar
Tener espacios físicos y temporales sin teléfono
Balancear (hay aplicaciones para medir esto) el tiempo en actividades como las físicas , sociales a las relativas a fuentes de información, o redes.