Nadia tiene 8 años, y no podía evitar ponerse nerviosamente a llorar, cuando el maestro le llamaba la atención, y luego no podía responder a nada que le preguntaran. Fue enviada a la consulta, por sus dificultades de concentración, su “nerviosismo” y su desatención. Esto había sugerido un diagnóstico de déficit atencional, y así fue derivada. No fue sino luego de una larga y difícil conversación, que nos comentó que los “gritos” del docente le recordaban los de su padre…cuando la encontró junto a su madre y hermanas encerradas en un placard, luego de haber sido víctimas de un robo en su casa. Decía esto mientras se sofocaba.
Marta nos consulta por chat sobre sus dificultades, tiene 27 años y antes de terminar la comunicación pregunta si podrá continuar de esta manera, ya que hace 5 meses que no sale de su casa luego de que fuera víctima de un robo en un taxi. Ha perdido su trabajo, dejado sus estudios y limitado enormemente su vida social.
La esposa de un empresario extranjero luego de haber sido atacada en un semáforo, está constantemente con gafas negras, acompañada por un guardaespaldas y aunque habla perfectamente el español, solo puede hablar en su idioma.
Estos relatos son estrictamente reales y solo los nombres son ficticios y nos muestran algunas de las consecuencias psíquicas del estado creciente de inseguridad.
Los síntomas son difusos y pasan desde el recuerdo recurrente, imborrable, de algo una imagen, un olor, un sonido, que remede a la situación traumática. También la disociación, el nerviosismo, las tensiones físicas, repercusiones psicosomáticas (cefaleas, hipertensión etc.), estados de encierro, problemas intelectuales y cognitivos, insomnio, pesadillas, un estado de alerta, de sobresalto constante, y la lista sigue interminablemente.
El cuadro más conocido es el de Estrés Postraumático, el “estrés que seguía al trauma”. Sin embargo hoy sabemos que el estrés no es trauma, o que el estrés y el trauma son dos cosas diferentes. Esta entidad clínica novedosa, recorrió sin embargo un largo camino histórico (ya las tropas de Claudio son citadas como víctimas de un estado similiar) hasta ser aceptada en su concepción actual a partir del año 1982 por presión de los grupos de veteranos de Viet-Nam. Su historia acompaña la de los hechos de guerra y quienes empezamos a ocuparnos sobre ella hace ya cierto tiempo encontrábamos la literatura centrada casi exclusivamente en las lesiones traumáticas psicológicas en soldados.
Posteriormente se ocupó de víctimas de desastres naturales, de terrorismo, y más recientemente insistíamos en la necesidad de considerar la rápida degradación social en varios países de América Latina, como una causa primordial de estos cuadros, y a considerar el trauma no como una enfermedad única, bien delimitada, el estrés postraumático, sino como una constelación de cuadros clínicos emparentados. Por otra lado la comorbilidad, es decir la presencia de otro cuadro clínico, junto al trauma se transforma en casi la norma. Los clínicos hemos visto frecuentemente casos de anorexia y bulimia, de trastornos obsesivos o cuadros fóbicos, pánico, “histerias”, que eran postraumáticos, y citamos estos por haber sido algunos de los que hemos visto en víctimas de robos, agresiones, es decir de esta violencia urbana.
Esta constelación sintomática tan difusa es de difícil tratamiento entre otras causas en razón de la falta de reconocimiento, de diagnósticos erróneos y la percepción de esto como algo tratable y de resorte clínico. Por otra parte la esencia misma, es decir el ser víctima, es un núcleo de la problemática en sí, que en muchos casos, lleva al encierro, la desconfianza y el aislamiento. Todos sabemos lo difícil que es abordar asociaciones de víctimas quienes sienten, ajusto título en algunos casos, ser objeto de un manejo utilitario. También el devenir, el aislamiento y la victimización, la vuelta a ser víctimas impuestas por la incomprensión del medio contribuyen a que alguien que unos minutos antes no tenía nada que ver con la salud mental luego del episodio ya no sea el mismo. En Fisher King –Pescador de Ilusiones, Robin Williams, cenaba tranquilamente con su mujer cuando ve su cabeza estallar por el disparo de alguien que entra en el restaurante. No podrá al igual que las víctimas de estas situaciones ya olvidar esa imagen, y ya no volverá a ser el mismo. Esta escena lejana en el momento del estreno en nuestro medio, ya ha tomado carta de ciudadanía en nuestro medio, y el reto nuestro como profesionales es estar a la altura de la situación y poderla abordar con los poderosos elementos actualmente a nuestra disposición. Las terapias cognitivo-comportamentales principalmente y fármacos de última generación han mostrado un eficacia sorprendente. El ejemplo que hemos recogido de Estados Unidos con el desastres de las Torres Gemelas, y el acceso a la información y asistencia, lo intentamos reproducir en asociaciones o inclusive información por internet o telefónicas, es decir hacer accesible la información buscan este efecto.
Como sociedad es darles el reconocimiento y contención adecuados, ya que como en varios órdenes de la vida el mejor remedio es el conocimiento, y el peor la ignorancia, la negación y el desconocimiento de esta realidad y de quienes sufren sus graves consecuencias. Que podemos ser nosotros.