Otro crimen aberrante… después de otro crimen aberrante… y otro…

Cuando éramos chicos jugábamos al cuento de la buena pipa en el que la solución tratando de explicar algo se chocaba con la imposibilidad de la respuesta. No había explicación, por ende, no había salida.

Años más tarde conoceríamos algo llamado mondo, en el que el zen planteaba paradojas imposibles que obligaban a un cambio de paradigma, es decir de mirada. Esos planeos imposibles ilustraban que intentar explicar algo desde un plano probadamente ineficaz solo daba el fracaso.

Todas las semanas nos enteramos de un delito que por sus características se caratula como crimen aberrante, un filicidio hecho por una paciente que debió estar internada, una embarazada de siete meses asesinada en un albergue transitorio, o una niña de 10 abusada y asesinada, por su tía que al mismo tiempo había dado la alerta y encabezado su búsqueda.

Se esgrimen estructuras individuales, pero al igual que el juego o el mondo, la claridad aparece con una mirada más amplia. No se trata de patologías individuales surgidas como anomalía sino de expresiones de un mismo contexto anómalo, que pasa a ser la norma. El concepto de normalidad empieza a ser esquivo y se choca con lo que un grupo social, imaginemos la clase media, espera como ideal, que aún él mismo no vive, pero sí representa sus expectativas. Por el otro lado una larga y transgeneracional cadena de seres victimizados por el hambre, la marginación, la violencia y abusos de todo tipo, a su vez han aprendido y vivido esa única lógica, y por alguna extraña razón le pedimos otra en la cual priman valores morales altruistas, empatía, consideración por el otro, cuando no la han tenido ellos, no la han aprendido, pero sí aprendieron la violencia. En ese contexto la noción de individuo, de valor vida, de verdad, de una serie de valores no aparece desdibujada, sino que son suplantados por otros en los cuales prima la más elemental supervivencia. Eso los vuelve seres en los cuales no hay lugar para el otro aun cuando el otro sea de su sangre.

Milagrosamente aún, en ese marco una mayoría de seres logra sostener, de manera heroica, valores, pero de la misma manera que no se nos puede pedir pulcritud luego de atravesar un basural, la lógica es otra. El capital cognitivo, emocional, moral es escaso o nulo y así, el pensamiento puerilizado puede hasta llevar a respuestas que al que tuvo otras posibilidades le resulten extrañas, ¿porque una tía luego de asesinar sale a mostrarse ante las cámaras? Desde una mirada, solo por cinismo, psicopatía seguramente, quizás desde otra, en la creencia de que eso le permite salvarse, que es lo único que ha hecho desde su nacimiento.

El pensamiento mágico predomina y quizás los demás creerán mi mentira, ya que yo la creo, pero el rey está desnudo y todos lo ven. De la misma manera que arrojo el cadáver y yo ya no lo veo, no lo verán los otros; si demuestro preocupación los demás tampoco verán nada. Quizás en estos casos debamos ver nuestra desnudez como sociedad porque no solo la tía miente y se miente, también lo estamos haciendo nosotros.

Enrique L. De Rosa Alabaster
Psiquiatra forense y médico legista
Info@EnriqueDeRosa.com

Fuente: ElPerfil.com

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